En Armilla, también íbamos a clases. ¡Y qué clases! ¡Y a qué horas! Estoy seguro de que estaban puestas adrede para dormir ... y si no ... aquí tenéis un par de tácticas para quedarse roque en sitios imposibles y para no dormirse en los lugares más cómodos.
Como futuros Oficiales del Ejército del Aire (E.A.), nos debían meter a capón un gran número de conocimientos, en los escasos tres meses de instrucción. Y allí nos tenías, a los "pobrecitos" universitarios, algunos como yo, con la carrera acabada, pensando que no volvería a estudiar más para exámenes en mi vida ... ¡ja!
Teníamos tres horas de clase teórica al día. La primera hora era a las 07:30 h. Después de levantarse uno a las 06:30 h., afeitarse, desayunar a las 06:45 h., y arreglar las camaretas a las 07:15 (hacer la cama con unas ganas de volver a meterse dentro ... ) pues a clase. Las clases podían tener lugar en dos lugares diferentes, las aulas del Grupo de Enseñanza, con pupitres y sillas más duras que el casco de Super Coco, o el Salón de Actos, con unos asientos mulliditos y confortables. Obviamente, como podéis adiviniar, todos queríamos clase en el Salón de Actos. Las otras horas de clase eran después de dos horas y media de instrucción y una de gimnasia, antes de comer, de 12:45 h. a 14:45 h., cansancio y hambre juntas, una mezcla explosiva.
Pues bien, dicho todo esto, pasaba lo inevitable. Unas cabezadas de impresión, y a empollar por la tarde. Las primeras veces intentaba resistirme. ¡Todo un Teleco como yo, que soporté Álgebra, SED y y Transmisión de Datos! Al final me di cuenta de que no valía la pena. Igual tenía uno que empollar por las tardes, así que ...
Las sobadas más impresionantes alrededor del 60-70 % de la gente, (de 147, ya son gente) ocurrían en Psicología Social, aquella magnífica asignatura. La clase se componía de dos partes, la primera, un libro puesto en transparencias, imposible de seguir, por lo que la mitad ya caíamos aquí, con las luces encendidas incluso, mientras que el resto se unía a nosotros cuando llegaba la proyección del vídeo, al apagarse las luces. El caso es que el Capitán era un tío enrollado, y no nos decía nada.
En las otras clases, el número de individuos que se quedaba K.O., era menor (30-40 %). Merece una especial mención la clase de Relaciones Internacionales (creo que era ésta), en la que el porcentaje de "sobaos" era del 0 %, ante la amenaza de "tubito de ocho días" por parte del profe de turno.
En mi experiencia personal, un día me desperté de un ligero ronquido, en la segunda fila, sin ningún tipo de complejo, del Salón de Actos. Yo pensaba que no era un tipo duro, pero sí, también conseguí dormirme en las clases con los mini-pupitres (me sentaba "despatarrao" porque no me cabían las piernas, tope incómodo), en las conferencias de Orientación (brújulas y mapas). La estrategia, sentarse hacia atrás, con un tío delante de ti más grande, apoyas la cabeza en la mano izquierda, dejas el boli en la derecha, apoyada ésta sobre un papel, y solamente te hace falta tener un pelín de sueño, que caes redondo.
Un día me llamó la atención un Teniente, y me supo fatal, así que intenté (increíblemente con éxito) no dormirme en sus clases. La técnica en este caso consiste en sentarse lo más erguido posible, no prestar atención a lo que se está diciendo (si no uno cae como una mosca), ir cambiando las posaderas de posición, cuando uno empieza a sentirse cómodo con la posición previamente adoptada, y pellizcarse las manos y la cara entre otras cosas.
En fin (y esta vez no pongo lo de Pilarín), algo totalmente diferente, una experiencia para vivir (¿cuántos de vosotros os habéis quedado K.O. en clase?), una forma diferente de enseñar y aprender.
Y en el próximo capítulo: "El pub Titanic de Armilla, punto de encuentro de los SFCM's del E.A."
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