El día 14 de Diciembre del 98 (queda ya lejos), fue nuestra primera jornada militar. Nos repartieron la ropa, firmamos un seguro de accidentes, nos asignaron las habitaciones (camaretas), de cuatro en cuatro, y nos dieron varias charlas en las que se presentaron nuestros mandos.
La primera semana estuvo marcada por las continuas meteduras de pata por parte nuestra, al enfrentarnos a las diversas actividades, nuevas para nosotros. Nos cortaron el pelo, nos fotografiaron (sí, estas no son nuevas) todo ello mientras aprendíamos a ponernos firmes, en descanso, saludar, andar (como militares, claro). Algunas anécdotas de este periodo de tiempo fueron saludar sin el gorro puesto, no acertar con el empleo al dirigirse algún superior (no pasa nada si al Alférez le llamas Comandante, pero al revés, ... ), llegar tarde a los sitios, etc ...
A mí concretamente me sucedió esto último. Estaba plácidamente hablando por teléfono hacia las 21:50 h., y sabiendo que la formación para dormir (retreta) era a las 22:00 h., colgué a las 21:55 h. Estaba en la cabina de la parte contraria a donde era la formación. Me volví, empecé a andar aún con mi mente en la conversación por el hilo que canta, y, en la obscuridad tenuemente iluminada por las farolas de la Plaza de Armas, vi lo que parecía una formación. "Dios", pensé, "que llego tarde, pero, ¡si aún no son las 22:00 h.! ¿qué co .. hacen estos formados?". Pensé en acercarme por detrás y esconderme, aunque desistí de inmediato al caer en que no es lo mismo una sanción por llegar tarde, que una por llegar tarde y encima colarse en la formación a urtadillas. Así que reuní un poco de valor y me planté delante del Teniente San Bartolomé (mi Teniente, si lee esto, un saludo con cariño desde el EVA 5) cuyo genio compensaba su metro sesenta, y dije: "A sus órdenes mi Tte., se presenta el soldado alumno Muñoz, pido permiso para entrar en formación", ... me mira con cara de mala leche ... "usted qué, Muñoz, ¿a su pu .. bola?", ..., "No mi Tte.", ... "¿dónde coj ... se había metido?" ... "estaba llamando por teléfono y no me di cuenta mi Tte." ... en esos momentos sonó el toque de retreta, indicando que era el momento de formar, así que quizás eso me salvó de mi primer tubo.
Lo más duro de las dos primeras semanas fue acostumbrarse al horario. Los días se hacían eternos, clases, deporte, instrucción, y por las tardes, conferencias para que preguntásemos dudas, con un sueño (nadie se atrevía aún a quedarse dormido).
En fin Pilarín, que no teníamos tiempo para salir mucho rato, solamente a partir de las 18:00 h. De las primeras salidas recuerdo las reuniones en el Pub Titanic de Armilla. Daba igual quién fuéramos, el caso es que noté que nos reíamos de cualquier chorrada. La verdad, era nuestra válvula de escape ante la tensión que genera una situación nueva, y recuerdo que era muy feliz compartiendo aquellos momentos con caras nuevas, que no paraban de reir. Algunas situaciones unen de inmediato, y aquella fue una de ellas, gente de distintos sitios de España, unidos por Armilla.
Conforme se iban acercando las Navidades, se iba incrementando la lógica incertidumbre de si las pasaríamos comiendo turrón de las FAS (Fuerzas Armadas) y si tendríamos suerte y nos iríamos a casa. Lo cierto es que hasta el el día 21 (lunes siguiente de "aterrizar" en Armilla) no supimos que el martes, día 23, después de comer, nos podíamos ir para casa.
Fueron nuestros primeros diez días de mili (no chunga), toma de contacto con la vida militar que nos esperaba los próximos tres meses. El día 23 partimos hacia casa con algunos recaditos, "prepárense, que con el Año Nuevo se abre la veda" (empezarían las sanciones), "pídanle a los Reyes la colección completa de Super Coco, izquierda, derecha, delante, detrás" (los primeros días cada uno tiraba para un lado ante una orden de giro), pero felices por volver, pues aunque solamente fueron diez días terrestres, a nosotros nos parecieron "mussshísimos" más. El viaje, ... eso merece capítulo aparte.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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