jueves, 4 de diciembre de 2008

Capítulo 10: "Sobre el hombro, ¡almohadas!"

Este nunca llegué a escribirlo ...

Capítulo 9: "Graná la Nuit"

Como buen valenciano que soy, jamás pensé que ningún lugar de la Tierra fuera mejor para irse de fiesta, incluso ni comparable. Viajando por España me he dado cuenta de que esto es un sentir generalizado, algo que viene con nosotros, los Íberos, desde que mirábamos a la luna con taparrabos ...

No sé por dónde empezar, el caso es que no podría existir esta saga de Historias de Armilla sin hablar de la fiesta nocturna "granaína". Yo no salí más que tres veces (la novia en Valencia tira mucho), pero fueron suficiente para mí. Granada es una ciudad relativamente pequeña, y a poco que te lo propongas, y con un cubata de más (el combustible es importante), puedes ir a pie a todos lados. Yo conocí dos zonas claramente diferenciadas. Calle Elvira está hacia el norte de la ciudad, es una zona antigua con callecitas y pubs, bares muy acogedores, céntrico, para mi gusto, genial. Pedro Antonio está al sur, el alcohol es más barato, pero los bares y pubs me parecen más cutres. Quizás suene pijo por mi parte, pero el caso es que Calle Elvira tenía "más clase", sin ser caro ni pijo, la gente era más uniforme, dentro de lo variopinta que es la gente que te encuentras en Granada, mientras que en Pedro Antonio había de todo. Además, en Calle Elvira la gente es más mayor, no vi tantos críos.

Ahora bien, la tapa que no falte. Si vas a un bar, te pides algo y te ponen algo de picar, sea la zona que sea, por lo general. En algunos sitios ponen tanto que con dos consumiciones, además, cenas. Lo normal era pedirse un par de algo (yo prefiero cualquier refresco, aunque lo normal es la cerveza) y con las tapas que te traían, con pedirte un bocata cenabas por unas seiscientas pelas. Los bocatas, en según que sitio, eran como tres veces los de Valencia, pero ni siquiera por el mismo precio, ¡más baratos! Increíble pero cierto.

Otra cosa característica de Granada y sus noches, es el carácter abierto de sus gentes. Recuerdo una noche, acercarme con un amigo a pedir un cubata a la barra, conocer a tres chicas majísimas, pasar con ellas la noche de bailoteo (los "casados" nos limitamos a eso), llevarnos ellas a una discoteca ("Campo del Príncipe" me parece que era), donde las chicas no pagan, son guapísimas y el ambiente, "tablao" flamenco hecho discoteca, genial, todo ello como si fueran amigas de toda la vida. No las hemos vuelto a ver, pero quedó como "aquella noche que pasamos con unas amigas de Granada". Supongo que habrá de todo, como en todos los sitios, pero el caso es que me llevé una impresión muy buena de la juventud y marcha granaína.

No puedo dejar de hablar de la Cena del Promoción, en el Hotel Carmen (cuatro estreliitas) de Granada, al que cada uno asistía con dos acompañantes, cena para el interesado, y barra libre y bailoteo para él y sus "amigas" (hubo quien se trajo al novio, para que veáis que no discriminamos). Algunos se trajeron a las novias, pero el caso es que era una noche para pasar con los amigos (no penséis mal, pillines) y pegar botes hasta caer rendido. Los que no invitamos a nadie dimos nuestras invitaciones a aquellos que tenían amigas, para llenar el local. La cena, Instructores incluidos, fue genial. El baile fatal, pues mezclado con la bebida propició ciertas situaciones algo rarillas (por decir algo). Desde el compañero que se paseó por todo el local intentando besar en la boca ... a alguno de nosotros, pasando por la chica que se hizo a tres compañeros en plan salvaje (poco les faltó para ...) sin moverse de su sitio en la barra, hasta el imbécil de la promoción, al que vi emplear una táctica un tanto agresiva para ligar ("¿Te vienes conmigo, si o no? Porque si no me largo y me busco otra", gritando y con cara de mala leche, ¡y ella aún lo miraba con cara de corderita degollada!). Increíble.

Los jueves, en general, se ve que eran mortales. Había gente que se iba y volvía el viernes a las siete de la mañana. Las formaciones del viernes podían haber prendido con sólo encender una cerilla. Venían con unos pedales increíbles, echando una peste que te pasas. Yo no lo hice nunca, mi cuerpo no resiste no dormir después de una fiesta peleona, y si encima hay que hacer día normal militar, ni lo contaría. El caso es que los instructores se daban cuenta, pero claro, alguno de ellos también estuvo a este lado ...

Esto es lo que recuerdo de las fiestas granadinas, todo un poco inconexo, pues casi va a hacer un año (fue en febrero del 99), pero todo con sentimientos agradables y de melancolía. ¡Sigue la saga!
Y en el próximo capítulo: "Sobre el hombro, ¡almohadas!"

Capítulo 8: "Hoy me toca guardia"

Al Jurar Bandera e ir a Prácticas de Tiro, ya estamos, en teoría, preparados para hacer guardias, velar por la seguridad de la Base, repeler agresiones hostiles, salvaguardar el material militar ...

Las guardias son periodos de 24 h. en los que se está a turnos, un grupo de gente, mientras unos "vigilan", otros descansan. El que vigila, como la palabra indica, vigila, y no hace otra cosa. Claro, que a las tres de la noche en una garita, frío del copón, nadie que te controle (aunque a veces se acercaban a darte una sorpresa) y un largo rato por delante, vigilar es muy difícil.

Continuando con la teoría, hay que estar despierto, con el arma preparada, controlando una cierta zona con la vista y el oído (el olfato lo dejamos para los perros, que luego hablaremos de ellos). En la práctica, los ojos se te cierran, si intentas estar atento crees ver movimiento donde no lo hay (p.e. en los ojos de Espinete, como vulgarmente se dice) y si escuchas oyes pasos por todas direcciones, cuando nadie se acerca. El caso es que para lidiar con una guardia de equis horas muchos empleaban algunas técnicas, obviamente prohibidas, desde el walkman, el móvil de contrato para hablar una horita con la novia (con el de tarjeta te la puedes pulir como lo intentes), silbar paso dobles de bandas de música valenciana (¿adivináis quién hacía esto último?), meterse adentro de la garita a leer alguna revista documental (los que tenían alguna, obviamente no era el National Geographic, más bien el International Pornographic). Si no dispones de ninguno de estos accesorios, que parecen inventados a cosa hecha para militares en turno de guardia, pues te fastidias, te pelas de frío y vigilas.

Los perros sirven en las Bases como ayuda ... en teoría. Si oyes ladrar al perro, tienes que avisar al puesto de mando de la guardia, por si estiman oportuno venir a ver qué le pasa al "jodío" (el centinela no puede abandonar el puesto), que nunca es el caso. Yo recuerdo tener uno unos doscientos metros por delante y otro por detrás a unos trescientos, por la noche, que no los ves. Se empizan a ladrar el uno al otro, aúllan como los lobos, y el caso es que los entiendes, están tristes porque pasan la noche ahí, pero ¡copón!, al final te hartas. Podía haber encendido un foco, más de una vez lo pensé, y pegarle un tiro a uno de ellos. Claro, que a estas alturas no sería Alférez, y no viviría como he vivido estos seis meses de "mili".

Como he comentado, la función del centinela es vigilar, avisar al Cuerpo de Guardia si ve algo extraño y defender su puesto (y la vida) con su arma (en teoría). Claro, que ves algo extraño y avisas, y la contestación del Cuerpo de Guardia es: "sigue vigilando, y si sigue la cosa igual dentro de diez minutos nos avisas".

Cuando acabas tu turno, viene el relevo, un compañero, acompañado del Cabo de la Guardia, que es tu jefe directo. En Armilla, a parte de ser bastante chusqueros (el Ejército de Pancho Villa es la expresión que mejor los describe), había algunos que eran un poco bordes. Claro, saben que en tres meses vas a ser Alférez, y te tratan a patadas. Ellos son Dioses, cuando en otros sitios no es así, y se tutean con la tropa, aquí de usted para arriba. Con las ganas me quedaré de volver a Granada para echarle a alguno un chorreo (reprimenda verbal).

Luego te revisan el armamento y a dormir o descansar hasta tu próximo turno. Yo no tenía problemas, porque soy animal roncador, de los mejores, de verdad, así que podía dormir largo y tendido mientras otros no hacían más que darme patadas en la litera y chasquear con la lengua (¿será posible que no oiga mis ronquidos y eso me despierte automáticamente?).

Todo esto es sufrible cuando no tienes nada que hacer, pero si hay que estudiar para exámenes, al día siguiente hacer vida normal (correr, instrucción, clases soporíferas, ...) se hace un pelín pesado. El caso es no desesperarse y aguantar. Aprendes que 24 h. no son nada.

Y como colofón a este capítulo, un poco soso por cierto, os incluyo un artículo de la prestigiosa publicación de la promoción (¿se nota que la maqueté yo?) ¡Hola 78! (como el capítulo 2):
Y en el próximo capítulo: "Graná la Nuit"

Capítulo 7: "Las <> marchas"

¿Cuántas marchas se pueden hacer en tres meses? Obviamente la lógica respuesta es: "Muchas". La realidad: "Tres", días de campo (y playa porque no había).

La idea que tiene uno de la marcha militar por el campo es la siguiente: un montón de tíos, salen a pie, llevan armamento, mochila con el equipo, ración de comida y poco más. Pues bien, dada la escasez económica a la que está sometida nuestro ejército, ni mochila, ni equipo ... pero ¡autobús y parrillada!

En los tres meses tuvimos tres marchas, de unos 15 Km. cada una. Salida en autobús desde la Base, hasta el punto inicial. En la primera, poco que contar, un par de pueblos de montaña, nieve al fondo, frío al principio, pero al ser cuesta arriba, calor inmediata, bocata fiambre para almorzar, y a comer a la Base. La segunda ya fue más memorable. Todo igual, salvo la comida. En grupos de diez nos repartieron parrillas, chuletas (de cerdo, que no estamos para gastos), morcillas, longanizas, pan, Coca-Cola y panceta. El punto final de la marcha era una zona de parrilladas, con sus correspondientes asadores. Evidentemente, nos pusimos como el Kiko. Claro, después de andar unas cinco horitas (poco menos) uno parece que no, pero tiene "jambre moruna".

Esto es lo que más recuerdo de las marchas. Algunas anécdotas, las canciones que nos inventábamos sobre la marcha, y comentarios de tipo jocoso, el que más me viene a la cabeza es aquel del Teniente, que llevaba el walkie enganchado en el hombro, y salta uno de mis colegas y le suelta, tranquilamente: "Mi Teniente, qué loro más bonito lleva en el hombro". El Teniente se para, se lo mira al soldado alumno de arriba a abajo y le dice: "A que sí, ¿eh? Pues luego te pasas por la oficina para verlo mejor" (promesa de sanción, aunque después de la perdonó, en las marchas había buen rollito).

De las canciones, la que inventó la Segunda Sección para la primera marcha. Será algo de lo único que hicieron bien en los tres meses (se nota que fui de la Tercera, esos Charlies), así que merece la pena reconocerles el mérito:

Título: "FORMANDO".
Intérpretre: "Loco y los Bravos". (El Loco y la Segunda Sección)
(Versión adaptada de "Bailando" de "Alaska y Dinarama")

Formando, me paso el día formando
y el Teniente mientras tanto
no para de entubar (sancionar)

Cubriendo, me paso el día cubriendo (cubrir es ponerse a distancia OK en formación del de al lado)
y el cepillo meneando
para las botas limpiar.

[ Estribillo 1 ]
Me paso el día de lado a lado,
y ya me encuentro algo cansado,
tengo el culo muy mal,
pero ya soy ... casi OFICIAL !!!

Suspendan, me paso el día en suspendan (elevar el CETME tres dedos clavándote la mira en la mano)
y la mirilla mientras tanto
no se para de clavar.

Sopita, bromura es la sopita,
para no hacernos pajitas,
y las sábanas manchar.

[ Estribillo 2 ]
Muevo la cabeza, muevo el culo,
todo lo que mueva es digno de tubo (en formación no se mueve nadie)
me toco las orejas, me toco el collejón (no te puedes tocar tampoco sin pedir permiso)
y todo lo que pueda siempre que tenga ocasión.

Como podéis ver, puro cachondeo. La última de las marchas me la perdí porque tenía guardia. Pero eso es otra historia ...
Y en el próximo capítulo: "Hoy me toca guardia"

Capítulo 6: "El pub Titanic de Armilla, punto de encuentro de los SFCM's del E.A."

Las tardes consistían en un pequeño café de sobremesa en el Bar de Alumnos de la Base, una pequeña siesta, no siempre, un rato de estudio, ya fuese en la Base o en la Biblio de Armilla, y al fin, hacia las 19:30 h., tomar algo en el Pub con más estilo de Armilla.

Armilla es un pequeño pueblo en la zona metropolitana de Granada, a unos cuatro kilómetros de la citada capital. El núcleo urbano está formado principalmente por casas y edificios de no más de tres o cuatro pisos, un par de calles principales, por donde transcurre la mayor parte del tráfico, y calles laterales que surgen de las más transitadas.

Los lugares de ocio en Armilla son pocos, contando entre ellos un par de cafeterías, algunos bares y poco más. Es raro encontrar en un pueblo tan pequeño un pub tan bien ambientado como el Titanic. Las puertas color caoba, con sendas imágenes del antiguo buque Titanic glaseadas en los cristales, dan una idea de lo que se va a encontrar en el interior. Un ambiente a media luz, música agradable y de volumen adecuado para permitir conversaciones a un nivel de voz normal, mobiliario caoba, tonos suaves de pintura, cuadros y motivos de antiguos barcos, de vapor, vela y como no, el Titanic, en todas sus servilletas, posa vasos, tazas y platos. Todo a medida para un pub en un pequeño pueblo. Junto con su localización, a escasos tres minutos de la Base, todas estas características lo hicieron propicio para recibir nuestras visitas.

Migue, mi amigo del alma, y yo, solíamos ir todas las tardes hacias las siete y media, tomábamos un poleo, acompañado de su correspondiente pastelito, cortesía de típica de Andalucía, para romper la monotonía y pesadez del estudio. Dependía del día teníamos conversaciones más animadas o más serias. Si íbamos con alguien más casi siempre eran del primer tipo, anécdotas del día, calamaradas varias, anécdotas personales, política ... Cuando estábamos solos, Migue y yo departíamos sobre temas más personales. Dos tíos solos, a seiscientos kilómetros de casa, "casados", no encuentran otro asunto del que hablar: las novias. El día que estaba uno mal, decaído, el otro le daba ánimos. La verdad, muchas veces la música del Titanic incitaba a la nostalgia, al añoro de nuestra tierra y gente. Ahora pienso que quizás acudíamos allí por ello.

El día de la Jura de Bandera (día de mi veinticuatro cumpleaños, el 7 de Febrero), del que no sé si hablar en estos capítulos, pues no conseguiré transmitir ni el uno por cien de todo lo que sentí, acudieron nuestras familias, novias incluidas (¡a ver quién le dice a mi novia después de todo este tiempo que no forma parte de mi familia!). No podían marchar de vuelta a Valencia sin conocer el lugar en el que intercambiabamos pensamientos y sentimientos hacia ellas. Después de comer en el bar de en frente de la Base, las llevamos a tomar café en el Titanic, apurando el fin de semana que habían pasado con nosotros en Granada. Aun así no sabrán nunca cuan asociados están los recuerdos del Titanic a nuestros sentimientos hacia ellas, al menos por mi parte.

Finalmente, si alguien pasa alguna vez por Armilla, no debe partir sin ver el Titanic, sin disfrutar del ambiente cálido y agradable de este singular pub.
Y en el próximo capítulo: "Las <> marchas"

Capítulo 5: "Conferencias del Ejército del Aire, la mejor forma de conciliar el sueño"

En Armilla, también íbamos a clases. ¡Y qué clases! ¡Y a qué horas! Estoy seguro de que estaban puestas adrede para dormir ... y si no ... aquí tenéis un par de tácticas para quedarse roque en sitios imposibles y para no dormirse en los lugares más cómodos.

Como futuros Oficiales del Ejército del Aire (E.A.), nos debían meter a capón un gran número de conocimientos, en los escasos tres meses de instrucción. Y allí nos tenías, a los "pobrecitos" universitarios, algunos como yo, con la carrera acabada, pensando que no volvería a estudiar más para exámenes en mi vida ... ¡ja!

Teníamos tres horas de clase teórica al día. La primera hora era a las 07:30 h. Después de levantarse uno a las 06:30 h., afeitarse, desayunar a las 06:45 h., y arreglar las camaretas a las 07:15 (hacer la cama con unas ganas de volver a meterse dentro ... ) pues a clase. Las clases podían tener lugar en dos lugares diferentes, las aulas del Grupo de Enseñanza, con pupitres y sillas más duras que el casco de Super Coco, o el Salón de Actos, con unos asientos mulliditos y confortables. Obviamente, como podéis adiviniar, todos queríamos clase en el Salón de Actos. Las otras horas de clase eran después de dos horas y media de instrucción y una de gimnasia, antes de comer, de 12:45 h. a 14:45 h., cansancio y hambre juntas, una mezcla explosiva.

Pues bien, dicho todo esto, pasaba lo inevitable. Unas cabezadas de impresión, y a empollar por la tarde. Las primeras veces intentaba resistirme. ¡Todo un Teleco como yo, que soporté Álgebra, SED y y Transmisión de Datos! Al final me di cuenta de que no valía la pena. Igual tenía uno que empollar por las tardes, así que ...

Las sobadas más impresionantes alrededor del 60-70 % de la gente, (de 147, ya son gente) ocurrían en Psicología Social, aquella magnífica asignatura. La clase se componía de dos partes, la primera, un libro puesto en transparencias, imposible de seguir, por lo que la mitad ya caíamos aquí, con las luces encendidas incluso, mientras que el resto se unía a nosotros cuando llegaba la proyección del vídeo, al apagarse las luces. El caso es que el Capitán era un tío enrollado, y no nos decía nada.

En las otras clases, el número de individuos que se quedaba K.O., era menor (30-40 %). Merece una especial mención la clase de Relaciones Internacionales (creo que era ésta), en la que el porcentaje de "sobaos" era del 0 %, ante la amenaza de "tubito de ocho días" por parte del profe de turno.

En mi experiencia personal, un día me desperté de un ligero ronquido, en la segunda fila, sin ningún tipo de complejo, del Salón de Actos. Yo pensaba que no era un tipo duro, pero sí, también conseguí dormirme en las clases con los mini-pupitres (me sentaba "despatarrao" porque no me cabían las piernas, tope incómodo), en las conferencias de Orientación (brújulas y mapas). La estrategia, sentarse hacia atrás, con un tío delante de ti más grande, apoyas la cabeza en la mano izquierda, dejas el boli en la derecha, apoyada ésta sobre un papel, y solamente te hace falta tener un pelín de sueño, que caes redondo.

Un día me llamó la atención un Teniente, y me supo fatal, así que intenté (increíblemente con éxito) no dormirme en sus clases. La técnica en este caso consiste en sentarse lo más erguido posible, no prestar atención a lo que se está diciendo (si no uno cae como una mosca), ir cambiando las posaderas de posición, cuando uno empieza a sentirse cómodo con la posición previamente adoptada, y pellizcarse las manos y la cara entre otras cosas.

En fin (y esta vez no pongo lo de Pilarín), algo totalmente diferente, una experiencia para vivir (¿cuántos de vosotros os habéis quedado K.O. en clase?), una forma diferente de enseñar y aprender.
Y en el próximo capítulo: "El pub Titanic de Armilla, punto de encuentro de los SFCM's del E.A."

Capítulo 4: "Los Reyes nos dejan un saco de <>"

Las sanciones, más conocidas como "tubos", no habían tenido lugar antes de Navidad, pues estábamos en periodo de adaptación. Ahora bien, a la vuelta de Navidades, se abrió la veda ...

Pasaron las Navidades más cortas de mi vida. En realidad, poco recuerdo de ellas, ya que no soy precisamente de los que las viven intensamente, suelo deprimirme, en vez de alegrarme, porque, paseando por la calle Colón se ve el contraste, la muchedumbre entrando y saliendo en el Corte Inglés, gastando porque "es Navidad", y los mendigos sentados en la acera, jodidos, porque "da igual la época que sea". En fin, Pilarín, que me despisto ...

Volvimos a Granada, esta vez en un Inter City diurno, ya comentando lo que nos esperaba. Así que aterrizamos (de nuevo) en la entrañable tierra, dispuestos, más o menos a sufrir en nuestras carnes aquel tan anunciado calvario por nuestros mandos, como el Tte. San Bartolomé, que afirmaba antes de Navidad: "tienen ustedes suerte de que el Capitán es bueno, y hasta Año Nuevo no quiere que sancionemos a nadie, que si no ..." o su famoso: "¡Señores! ¡No saben dónde se han metido!". Llegamos el día 6 de Enero, miércoles.

Hasta el viernes, todo fue igualmente tranquilo, pues nos explicaron motivos por los que uno podía recibir un tubo, así como que básicamente, implicaba un cierto número de días sin salir del Hotel Armilla (la Base, como "cariñosamente" la denominábamos). Ahí va una lista de ellos:

Motivo Explicación
Llegar tarde a formación Las formaciones precedían cualquier actividad: clase, instrucción (enseñarnos a desfilar como militares), gimnasia (correr como un capullo con Sierra Nevada al fondo, y bien nevada), comer, e irse a dormir. Sí, no hay más. Cada uno hacía su formación unipersonal para sus necesidad corporales. ¡Faltaría más!
Hablar, moverse, tocarse, colocarse algo en el sitio, en formación Una vez formado, no puedes hacer nada. Eres como un palo'scoba, "too" tieso allí, haga sol (te quedas seco como la mojama), frío (las manos, ... ¿tengo manos?), llueva, etc. Si quieres decir algo, se pide permiso. Que te pica el sobaco y te quieres rascar, pides permiso. Que llevas el gorro mal puesto, pides permiso para ponértelo bien (aunque te llevas un tubo de 2 días de regalo por llevarlo mal puesto), que se te caen las gafas por el sudor (los cuatro ojos con solera tenemos tendencia a colocárnoslas por instinto), pues pide permiso, que te caen los mocos (algo bastante común en Armilla), lo mismo.
Falta de uniformidad Botas sucias, botones desabrochados, camiseta interior que asoma por el cuello (que llevas el pañuelo del cuello mal puesto) etc. también son motivo de 2 días, pensión completa, en el Hotel Armilla.



Mientras no tienes ningún tubo, eres "virgen" (algunos lo son hasta con un saco tubos). Si estás virgen, los instructores se fijan en ti hacia el final de los tres meses. La idea es que nadie se escape sin haber pasado unos días "obligatorios" en el Hotel Armilla.

No recuerdo quién se llevó el primero, aunque si recuerdo mi primero. La verdad, llegó bastante tarde, cuando ya era uno de los 10 o 15 vírgenes (de 147) que quedaban. Había estado portándome bien, porque me iba algunos fines de semana a Valencia (6 en 3 meses, vi más a mi novia en exámenes ese año que los que estaba en Valencia) y no quería que me cayera un tubo en fin de semana. Un lunes, después de volver de Valencia, me dije a mí mismo que ya estaba bien. La semana anterior habían caído casi todos los de mi sección en una hora de instrucción gloriosa (tengo que decir que yo no me equivoqué en nada, gracias a Dios), yo no me escaqueé, el caso que lo hice bien de verdad. Lo dicho, ese lunes, viendo que me iba a quedar dos semanas en Granada, me lie en una guerra de almohadas (que merecerá un capítulo aparte más adelante) cuando, ingenuo de mí y de los compañeros que estaban conmigo en el pasillo repartiendo leches a diestra y siniestra, el oficial aún no se había ido a dormir a su Pabellón de Oficiales (una cosa como donde vivo yo ahora). Escuchamos por los altavoces: "Atención Escuadrilla, 10 minutos para formar, con correaje (donde se llevan las cartucheras) y CETME". El Alférez se había mosqueado. Nos echó un chorreo (amonestación verbal) y nos mandó ponernos el arma sobrel el hombro derecho. En esta posición, no puedes moverte más que para andar. Mandó derecha, con toda mala intención. Muchos se giraron, y recibieron su correspondiente tubo, a las 22:40 h. de la noche, por falta de instrucción, y los de las almohadas, por ello mismo. Caímos casi todos.

Ese fue mi primer tubo, me fui feliz a la cama, aunque parezca increíble, porque ya no era diferente de los demás, era uno más (en sitios como este es importante estar integrado, sin perder uno su personalidad, claro).

El segundo no recuerdo muy bien por qué me lo metieron, el caso es que fueron dos días más. El tercero fue por lo siguiente. Teníamos que llevar el pelo cortado un jueves. Llega la formación de fajina (de la comida) que es donde los mandos "se pasean" entre las líneas de la formación mirando a ver a quién le toca un tubito (botas sucias, pelo mal, ... ). Increíblemente nadie dice nada de los pelos. Pasamos a comer, y terminamos. Cuando se comía, había que esperar a que mandaran en pie, para salir. El caso es que el Capitán había llegado un poco más tarde, así que aún no había terminado. Algunos graciosillos empezaron a hacer ruido con las cucharas golpeando los vasos, los oficiales se mosquearon y a formar todo el mundo, revista de pelo. Descubrieron a un compa mío con un trasquilón impresionante (un blanco en el cogote alucinante), así que preguntaron quién había cortado el pelo a un compañero y quiénes se habían dejado cortar el pelo por un compa. Yo caí por ambas cosas (me compré por Reyes una maquinita cojonuda).

El cuarto y último tubo fue por llevar reloj en los ensayos de la Entrega de Despachos (el último acto, cuando ya salimos de Alféreces). El Capitán nos entubó a unos ochenta, y acto seguido nos dio permiso para poder llevar reloj (decir en favor de él que fue su único tubo).

En definitiva, y por si algún futuro "armillero" (pocos habrá ya) lee esto, si metes la pata y te pillan, no te escondas, más vale que vean que das la cara. Total, un tubo son dos días, ... mínimo.
Y en el próximo capítulo: "Conferencias del E.A., la mejor forma de conciliar el sueño"

Capítulo 3: "Tren nocturno a Levante (La historia de doce SEFOCUMA's, el abuelo y Laura)"

Este capítulo es un extracto, ligeramente retocado, de una artículo de la prestigiosa revista "Hola 78", la revista oficial de la XXVIII Promoción, 2ª Tanda de SEFOCUMA's del Ejército del Aire, publicada en la B.A. de Armilla (Ala 78) en Marzo de 1999.

El día 14 de Diciembre del 98, de madrugada (ver Capítulo 1) en el Estrella Gibralfaro procedente de Barcelona, con destino Granada, coincidían unos doce SEFOCUMA's, como reza el título, de la zona de Levante. Vinieron dispuestos a no volver a su casa en mucho tiempo, ya que en principio, no sabían si gozarían de permiso de Navidades.

Pues al final, el 23 de Diciembre, nos soltaron a todos a la hora de comer. Hasta las 21:30 h. no salía nuestro "magnífico" Estrella Gibralfaro, así que tras usar la consigna de la Estación FF.CC. de Granada, nos dedicamos a tapear por losa alrededores de la misma (aquí decir, que tras comprarme el primer Playboy de mi vida, a las 15:30 h. y sufrir las críticas de mis compañeros "ala, por qué te compras eso", no volví a ver la revista hasta las 21:30 h.). Tres de nosotros compramos los billetes juntos, literas, con tal de que el viaje fuese en compañía de alguien conocido. Los compartimentos del Gilbralfaro tienen seis literas. De ellas, como he dicho, tres eran nuestras, de los Soldados Alumnos Miguel A. Borgoñoz, Toni Jiménez y Pascual Muñoz, otra de Juanjo "The Lonely Ranger" (mote que se ganó por ir toda la mili "a su puta bola"), otra libre, y la última de ellas (redoble de tambor, luces apagadas, en el escenario Demi Moore, con la estatuílla y un foco alumbrando sus exhuberantes bellezas, tensión en el ambiente, "an the güiner is ... ") el abuelete.

Un hombre mayor, de la Españan profunda, que iba a pasar las Navidades a casa de su hija, en Castellón (aquí ya se empieza a "oler" el surrealismo de toda la historia). Como buenos militares, le ayudamos a subir las maletas, aunque si lo hubiésemos sabido de antemano, lo hubiéramos encerrado en el baño toda la noche .. en fin, que a estas alturas, como sé que sois unos morbosillos, la mosca ya se os hametido dentro de la oreja. Vale, Alice, ¿quién c*** es Alice?

Laura, de 18 años, estudiante de ADE en Granada, iba a ver a su tío a Tarragona. La conocimos al subir al tren, a ella, a su madre y a su amiga (quedaos con lo de "amiga"), que no nos acompañaron en tan entrañable viaje (¿entrañable? ¿entrañas? eh ... bueno ... al tema). Su mamá, al vernos con poco pelo, y algunos con la baba ya por el ombligo, se mosqueó un pelín, más cuando alguno de nosotros, haciendo gala de lo bueno que hay que ser por ser militar (miento, lo bueno lo trae uno de casa, modestia aparte), se ofreció a ayudarla "en todo lo que ella quisiera".

Y entre pitos y Laura, digo ... err ... flautas, empezó el viejecito, digo ... el viajecito. Nos tumbamos en la litera dispuestos a aprovechar las horas de viaje (8 h. 30 min. nada menos) como buenos universitarios y a culturizarnos con prensa de los más selecta (la fotografía - no está de momento en web - sacada a traición por el Soldado Alumno Toni Jiménez, "el Taconero Prusiano", es un documento fotográfico que demuestra el hecho comentado - que salgo yo "leyendo" el Plinboy -). Al cabo de un par de horas, después de "leerme" toda la revista [...], decidí apagar la luz de mi litera, la superior (es un dato importante, ya lo veréis) de las tres de la izquierda del compartimento, en la central Borgoñóz "Muscleman" y abajo el abuelete, alias ... luego os lo cuento, paciencia. A eso de las 03:00 h., se escuchó un gemido quejumbroso desde la litera inferior (lease con voz de 70 años, de haber fumado más caliqueños que cayos tiene la mano del Soldado Alumno que aferra su arma, y bebido más carajillos que el 75 % de los miemos de la A.A.C. - Asociación de Amantes del Carajillo [...]), estábamos en lo que "disió l'abuelo": "¡Aaagh! ¡Qué jartera!". Acto seguido desapareció por la puerta del compartimento, sin más.

¿Veis la cara de Miguel en la foto? (evidentemente no; está con una sonrisa de oreja a oreja). Esa no era la que se le puso en ese instante. En breves milésimas de segundo se le nubló la vista, los ojos le empezaron a llorar y el O2 le faltaba. Yo, en la litera de arriba, sufría el mismo impacto fisiológico dos segundos después (de ahí el resaltar anteriormente la posición de mi litera relativa al abuelo). Nunca hemos desvelado la incógnita. Algunos son de la opinión que el abuelete es campeón de cuescos de la Comunidad Autónoma de Andalucía. Otros pensamos que pertenece a la DIARBIO, dependiente del MACOM (Mando Aéreo de Combate), es decir, DIvisión de ARmas BIOlógicas, no ocupando ningún cargo específico, sino siendo un arma en sí, su entera persona, todo su ser. Aquella noche sufrimos esa y otra generala (toque de alarma en el que hay que salir a fomar a toda leche) en el compartimento. Os juro que en medio minuta estaba vestido y en el pasillo observando como el abuelete, alias, ahora sí, "The Menace Bio-Weapon", o en "apañó", "abuelete pedorro o jartera", fumaba un Celta corto como si nada hubiese pasado.

En cuanto a Laura (a ver, los Internet-sexadictos, tranquilitos que esto es ligth), que desgraciadamente no me he olvidado de ella, forma parte de esta historia únicamente porque esta allí, porque por ella no merece la pena. Su amiga, o ex-novia, como ella la definió, ahora salía con un chico. Ella no tenía novio, no le gustó una vez que probó el "ménage a trois" y cuando Toni "Taconeer" se ofreció a bajarle las maletas en Tarragon, dio las gracias diciendo (omito las palabras textuales, que de acordarme aún hieren) que ello no le iba a reportar ningún favor de aquella índole.

Una historia con dos caras, el cachondeo con el abuelo "Menace" y el mal rollo de Laurita, que acabó con todos en casa para pasar unas geniales Navidades.

Y en el próximo capítulo: "Los Reyes nos dejan un saco de <> (sanciones)".

Capítulo 2: "Antes de Navidad"

El día 14 de Diciembre del 98 (queda ya lejos), fue nuestra primera jornada militar. Nos repartieron la ropa, firmamos un seguro de accidentes, nos asignaron las habitaciones (camaretas), de cuatro en cuatro, y nos dieron varias charlas en las que se presentaron nuestros mandos.

La primera semana estuvo marcada por las continuas meteduras de pata por parte nuestra, al enfrentarnos a las diversas actividades, nuevas para nosotros. Nos cortaron el pelo, nos fotografiaron (sí, estas no son nuevas) todo ello mientras aprendíamos a ponernos firmes, en descanso, saludar, andar (como militares, claro). Algunas anécdotas de este periodo de tiempo fueron saludar sin el gorro puesto, no acertar con el empleo al dirigirse algún superior (no pasa nada si al Alférez le llamas Comandante, pero al revés, ... ), llegar tarde a los sitios, etc ...

A mí concretamente me sucedió esto último. Estaba plácidamente hablando por teléfono hacia las 21:50 h., y sabiendo que la formación para dormir (retreta) era a las 22:00 h., colgué a las 21:55 h. Estaba en la cabina de la parte contraria a donde era la formación. Me volví, empecé a andar aún con mi mente en la conversación por el hilo que canta, y, en la obscuridad tenuemente iluminada por las farolas de la Plaza de Armas, vi lo que parecía una formación. "Dios", pensé, "que llego tarde, pero, ¡si aún no son las 22:00 h.! ¿qué co .. hacen estos formados?". Pensé en acercarme por detrás y esconderme, aunque desistí de inmediato al caer en que no es lo mismo una sanción por llegar tarde, que una por llegar tarde y encima colarse en la formación a urtadillas. Así que reuní un poco de valor y me planté delante del Teniente San Bartolomé (mi Teniente, si lee esto, un saludo con cariño desde el EVA 5) cuyo genio compensaba su metro sesenta, y dije: "A sus órdenes mi Tte., se presenta el soldado alumno Muñoz, pido permiso para entrar en formación", ... me mira con cara de mala leche ... "usted qué, Muñoz, ¿a su pu .. bola?", ..., "No mi Tte.", ... "¿dónde coj ... se había metido?" ... "estaba llamando por teléfono y no me di cuenta mi Tte." ... en esos momentos sonó el toque de retreta, indicando que era el momento de formar, así que quizás eso me salvó de mi primer tubo.

Lo más duro de las dos primeras semanas fue acostumbrarse al horario. Los días se hacían eternos, clases, deporte, instrucción, y por las tardes, conferencias para que preguntásemos dudas, con un sueño (nadie se atrevía aún a quedarse dormido).

En fin Pilarín, que no teníamos tiempo para salir mucho rato, solamente a partir de las 18:00 h. De las primeras salidas recuerdo las reuniones en el Pub Titanic de Armilla. Daba igual quién fuéramos, el caso es que noté que nos reíamos de cualquier chorrada. La verdad, era nuestra válvula de escape ante la tensión que genera una situación nueva, y recuerdo que era muy feliz compartiendo aquellos momentos con caras nuevas, que no paraban de reir. Algunas situaciones unen de inmediato, y aquella fue una de ellas, gente de distintos sitios de España, unidos por Armilla.

Conforme se iban acercando las Navidades, se iba incrementando la lógica incertidumbre de si las pasaríamos comiendo turrón de las FAS (Fuerzas Armadas) y si tendríamos suerte y nos iríamos a casa. Lo cierto es que hasta el el día 21 (lunes siguiente de "aterrizar" en Armilla) no supimos que el martes, día 23, después de comer, nos podíamos ir para casa.

Fueron nuestros primeros diez días de mili (no chunga), toma de contacto con la vida militar que nos esperaba los próximos tres meses. El día 23 partimos hacia casa con algunos recaditos, "prepárense, que con el Año Nuevo se abre la veda" (empezarían las sanciones), "pídanle a los Reyes la colección completa de Super Coco, izquierda, derecha, delante, detrás" (los primeros días cada uno tiraba para un lado ante una orden de giro), pero felices por volver, pues aunque solamente fueron diez días terrestres, a nosotros nos parecieron "mussshísimos" más. El viaje, ... eso merece capítulo aparte.

CAPÍTULO 1: EL VIAJE

13/12/1998: No se puede empezar a contar una historia, sin situar un poco el contexo, y cómo se accedió a dicho contexto. En este primer capítulo, os relato en líneas generales el primer viaje a Granada, nada peculiar, pero inevitable.

La Estación del Norte de Valencia no estaba plagada de gente. Era un domingo a las 22:00 h., concretamente el 13 de Diciembre de 1998. Mi familia había venido a despedirme, mi hermano, padres y mi novia (ya es casi de la familia, sólo falta firmar algún que otro papelorio). En la estación me encontré con Migue, un colega Abogado que hizo las pruebas de acceso conmigo en Madrid. Obviamente, también toda su gente al completo estaba por allí. El tren salía a las 22:50 h., procedente de Barcelona, con destino a Granada, ciudad que sería nuestro hogar (más concretamente, Armilla) durante los tres próximos meses. Era uno de los de largo recorrido de RENFE, un Estrella-Gibralfaro, de los que tiene compartimentos en los vagones como en las pelis de viajes esotéricos. Era la hora, montamos, nos sentamos en el compartimento. Nuestras familias estaban al otro lado del cristal de la ventanilla. Si lloró alguien, es decir, mi querida novia, yo no lo vi. Esta vez no, puesto que estaba demasiado nervioso, y Migue también, como para darme cuenta de ciertas cosas. En fin, una vez allí, nos sentamos dispuestos a emprender un viajecito, de 8 h. 30 min., pensando en dormir lo máximo posible, aunque no era nada fácil por la comodidad del compartimento, como alguien que haya viajado en ese tren habrá podido comprobar. A media noche, ante la imposibilidad de pegar ojo, nos deslizamos al vagón-cafetería. Allí estaban, varios de nuestros futuros colegas. Se les notaba: tipos con pinta de universitario, nerviosillos. Ese día conocimos a Miguel Ángel, Carles, Alex, Pablo, Mariano, Óscar, Toni, entre otros, todos ellos de Barcelona, de los que omito, de momento, el mote, pues por aquel entonces todavía no lo tenían. Ya hacíamos comentarios sobre cómo iba a ser nuestra vida en el Ala 78, la unidad de la Base Aérea de Armilla, pues siempre alguien ha oído algo, a mí me han contado esto, pues yo sé lo otro. Al cabo de un ratito decidimos descansar por lo que pudiera venir. Migue y yo nos dirijimos al compartimento, donde había un guiri y un chaval que se había subido en ¿Játiva? y conseguimos dormir, yo, unas 4 horas, Migue, unas 0 horas. "Aterrizamos" en "Graná" a las 07:20 h., y teníamos que personarnos en la Base entre las 08:00 h. y las 12:00 h. de aquel singular lunes, 14 de Diciembre de 1998. La ciudad era desconocidad para 12 tíos, y teníamos una clara pinta de reclutas (más que por la edad, por los comentarios que íbamos haciendo, así como por las preguntas que hacíamos, del estilo de: "Perdone señora, ¿cómo se va a Armilla?). Desayunamos en un bar de los alrededores de la estación, y nos dirigimos a coger autobuses. Las 08:00 h., hora de ir a trabajar (en Andalucía van, hacen poco, pero ir, van), los autobuses (guaguas, como dirían nuestros amigos de Canarias) "petaos". Subir 12 con las maletas a un autobús fue conseguido gracias a que varios de nosotros éramos telecos. Insertamos el disco con el WINZIP en el WINDOWS'95 for Bus Servers, y con el maravilloso algoritmo de Lempel y Ziv, "toos pa dentro". No lo sabíamos, pero nos dirijíamos al Paseo Salón, donde se cogen los autobuses de Granada hacia los pueblos. Una vez allí cogimos el de la línea Alhendín, que nos dejó en la misma puerta de aquel recinto ...