jueves, 4 de diciembre de 2008

Capítulo 9: "Graná la Nuit"

Como buen valenciano que soy, jamás pensé que ningún lugar de la Tierra fuera mejor para irse de fiesta, incluso ni comparable. Viajando por España me he dado cuenta de que esto es un sentir generalizado, algo que viene con nosotros, los Íberos, desde que mirábamos a la luna con taparrabos ...

No sé por dónde empezar, el caso es que no podría existir esta saga de Historias de Armilla sin hablar de la fiesta nocturna "granaína". Yo no salí más que tres veces (la novia en Valencia tira mucho), pero fueron suficiente para mí. Granada es una ciudad relativamente pequeña, y a poco que te lo propongas, y con un cubata de más (el combustible es importante), puedes ir a pie a todos lados. Yo conocí dos zonas claramente diferenciadas. Calle Elvira está hacia el norte de la ciudad, es una zona antigua con callecitas y pubs, bares muy acogedores, céntrico, para mi gusto, genial. Pedro Antonio está al sur, el alcohol es más barato, pero los bares y pubs me parecen más cutres. Quizás suene pijo por mi parte, pero el caso es que Calle Elvira tenía "más clase", sin ser caro ni pijo, la gente era más uniforme, dentro de lo variopinta que es la gente que te encuentras en Granada, mientras que en Pedro Antonio había de todo. Además, en Calle Elvira la gente es más mayor, no vi tantos críos.

Ahora bien, la tapa que no falte. Si vas a un bar, te pides algo y te ponen algo de picar, sea la zona que sea, por lo general. En algunos sitios ponen tanto que con dos consumiciones, además, cenas. Lo normal era pedirse un par de algo (yo prefiero cualquier refresco, aunque lo normal es la cerveza) y con las tapas que te traían, con pedirte un bocata cenabas por unas seiscientas pelas. Los bocatas, en según que sitio, eran como tres veces los de Valencia, pero ni siquiera por el mismo precio, ¡más baratos! Increíble pero cierto.

Otra cosa característica de Granada y sus noches, es el carácter abierto de sus gentes. Recuerdo una noche, acercarme con un amigo a pedir un cubata a la barra, conocer a tres chicas majísimas, pasar con ellas la noche de bailoteo (los "casados" nos limitamos a eso), llevarnos ellas a una discoteca ("Campo del Príncipe" me parece que era), donde las chicas no pagan, son guapísimas y el ambiente, "tablao" flamenco hecho discoteca, genial, todo ello como si fueran amigas de toda la vida. No las hemos vuelto a ver, pero quedó como "aquella noche que pasamos con unas amigas de Granada". Supongo que habrá de todo, como en todos los sitios, pero el caso es que me llevé una impresión muy buena de la juventud y marcha granaína.

No puedo dejar de hablar de la Cena del Promoción, en el Hotel Carmen (cuatro estreliitas) de Granada, al que cada uno asistía con dos acompañantes, cena para el interesado, y barra libre y bailoteo para él y sus "amigas" (hubo quien se trajo al novio, para que veáis que no discriminamos). Algunos se trajeron a las novias, pero el caso es que era una noche para pasar con los amigos (no penséis mal, pillines) y pegar botes hasta caer rendido. Los que no invitamos a nadie dimos nuestras invitaciones a aquellos que tenían amigas, para llenar el local. La cena, Instructores incluidos, fue genial. El baile fatal, pues mezclado con la bebida propició ciertas situaciones algo rarillas (por decir algo). Desde el compañero que se paseó por todo el local intentando besar en la boca ... a alguno de nosotros, pasando por la chica que se hizo a tres compañeros en plan salvaje (poco les faltó para ...) sin moverse de su sitio en la barra, hasta el imbécil de la promoción, al que vi emplear una táctica un tanto agresiva para ligar ("¿Te vienes conmigo, si o no? Porque si no me largo y me busco otra", gritando y con cara de mala leche, ¡y ella aún lo miraba con cara de corderita degollada!). Increíble.

Los jueves, en general, se ve que eran mortales. Había gente que se iba y volvía el viernes a las siete de la mañana. Las formaciones del viernes podían haber prendido con sólo encender una cerilla. Venían con unos pedales increíbles, echando una peste que te pasas. Yo no lo hice nunca, mi cuerpo no resiste no dormir después de una fiesta peleona, y si encima hay que hacer día normal militar, ni lo contaría. El caso es que los instructores se daban cuenta, pero claro, alguno de ellos también estuvo a este lado ...

Esto es lo que recuerdo de las fiestas granadinas, todo un poco inconexo, pues casi va a hacer un año (fue en febrero del 99), pero todo con sentimientos agradables y de melancolía. ¡Sigue la saga!
Y en el próximo capítulo: "Sobre el hombro, ¡almohadas!"

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